Mi estrella Fugáz

Mi estrella fugáz
 Freddy Céspedes Espinoza
La vida tiene sus matices, sus aromas y alegrías; te observo y sé que  existías en mis fríos de soledad, en mis pensamientos abstractos, donde las estrellas fugaces bajaban con su larga cabellera hasta perderse en la oscuridad.

Nada más hermoso que ver caer las estrellas, muchos poetas, enamorados, pintores y cantantes se inspiraron en este fenómeno y que va ocurriendo constantemente desde  los últimos 4500 millones de años.
La vida tiene sus matices, sus aromas y alegrías; te observo y sé que  existías en mis fríos de soledad, en mis pensamientos abstractos, donde las estrellas fugaces bajaban con su larga cabellera hasta perderse en la oscuridad.
Hasta parezco poeta me dije, al observar cómo una noche de campamento,  allí cerca al nevado condoriri, fuimos testigos de una lluvia de meteoritos que caían cada cierto momento, dejándonos felices de tan bello encuentro. Allí soñé contigo toda la noche.
Llegaste así, pero no  perdiste tu brillo, iluminaste mi vida aunque tenuemente, surcaste mi espacio,  te acercaste y absorto descubrí tu belleza, tus cabellos y el néctar de tus labios.
Y me dormí tranquilo.
Felizmente llegó el día y la voz del arriero, turbó el silencio: “ Levantarse cojudos”, ya llegó un nuevo día, gritó feliz a los cocineros con su voz de conscripto. 
Desperté con unos gritos de desesperación, el cocinero no se levantó de su carpa, vanos fueron los esfuerzos para ponerlo en pié, había congoja y pesar estaba tieso.
Nadie se explicaba qué había pasado, el más osado, lo jaló de los pies sacándolo de la carpa,  envolvieron su cuerpo en una frazada  y  lo alzaron en su mortaja de frazadita Polar.
Estuvo uno minutos en el suelo envuelto como momia egipcia, hasta que se oyó un suspiro, luego dos y tres, y tosió expulsando a su novia, la muerte. Pidió agua y se levantó asustado y tranquilo; estaba volviendo a la vida.
Nos relató luego,  que cerca al amanecer una de estas hermosas estrellas fugaces, se había enamorado de Martín y cayó en la puerta de su carpa, envolviéndolo con su aroma cósmico y seduciéndolo a dormir con ella para siempre.
Ese gas estuvo millones de años dando vueltas en el espacio e ingresó a la tierra, hizo fricción con la atmósfera y cayó justo en la entrada de la carpa. No murió Martín, pero fue acariciado por la bella diosa Warawarani, muy conocida en en mito de las montañas y lagos andinos.

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