El Látigo Negro terror de los guías

EL LÁTIGO NEGRO
TERROR DE LOS GUÍAS DE TURISMO



 El Látigo Negro, mítico personaje que tuvo su émulo en Tiwanaku

 Freddy Céspedes Espinoza
En la década del ochenta del siglo pasado, hacer turismo en Bolivia era mucho más divertido, no había tecnología, pero sí  caminos en forma de calamina y a falta de puentes sólo los valientes osaban cruzar el mentado Lloco Locko, río que se había llevado muchos Taxi Service, con turistas abordo y rescatados por los colegas del volante,  río abajo.
Singulares personajes que formaban parte del círculo de esta actividad tenían vida propia. Habían choferes que fueron ex combatientes de la guerra del Chaco, dueños de algunas Agencias que trataban a sus guías como a siervos de la gleba y distinguidos caballeros como el el Dr. Alberto Laguna Meave, discípulo de Ponsnansky, que acompañaba guiando a personajes  en materia de arqueología y esoterismo masónico.
Eran tiempos de transición entre los amantes de la dictadura y demócratas que se ufanaban de haber sido torturados por los militares.
Por otra parte producto de la guerra fría y las guerrillas de Valle Grande, algunos viejos soldados que habían hecho correr a los guerrilleros cubanos y haberse enfrentado cara a cara contra los barbudos, volvían satisfechos de haber cumplido con la patria. Habían eliminado al Che.
Uno de éstos era ex rangerista,  era el Látigo Negro.
En mi primer tour a las Ruinas de Tiwanaku, hoy quieren llamar sitio arqueológico, eufemismos, más o menos, sigue en ruinas el sitio arqueológico.
Llegué a las ruinas y Dn. Rufino Sanjinés, chouffeur de turismo, me advirtió: “ Vas a tener cuidado con el Látigo”.
No conocía al temido Látigo, ni quería conocerlo, me habían comentado que era un Ex combatiente de Ñancahuazú y estuvo en las guerrillas en primera línea.
Durante los años setenta y los primeros años de los Ochenta, había sido uno de los primeros guías Autodidactas con una verdadera pasión por la arqueología que lo sedujo y se quedó a guiar en el sitio.
Su amplio conocimiento de historia, arqueología, antropología y acucioso en los informes de  excavaciones que realizaron los arqueólogos, le permitió tener un conocimiento amplio y profundo sobre la cultura.
Visitantes como Erick Von Denniken,  se alojó en su casa de la población de Tiwanaku, dieron a Látigo su lugar de primer guía del sitio.
Tanto diplomáticos y embajadores, llegaban a Tiwanaku y buscaban directamente al renombrado Guía para un tour detallado y profesional.
Su pasión por Tiwanaku, lo había llevado a ser un verdadero guardián de la información científica y no cabía en su mente errores como: “Cuando los Incas llegaron, a este lugar construyeron Tiwanaku”. Le enervaba los disparates que hablaban los guías sin escrúpulos que decían que  “habían amasado la piedra, con ciertos líquidos que los extraterrestres habían vaciado en moldes”,
“Para construir  Tiwanaku,  los gigantes habían puesto piedra por piedra”; es decir había que lidiar contra los imbéciles afirmaba.
Ahí estaba el Látigo Negro, pseudónimo que le pusieron, sus detractores o amigos, para referirse a su persona.
Este Látigo Negro era en el cine mexicano, un héroe de características similares al  Llanero Solitario, o el Zorro,  pero con la diferencia que utilizaba el látigo para derrotar a los malvados.
Nuestro Látigo Negro estaba al acecho para escuchar las explicaciones de los Guías de turismo que viajábamos desde La Paz, si no le parecías convincente, ya te esperaba serio al otro día.
Mi encuentro fatídico fue en el Templete Semi- Subterráneo.
El Látigo, Caminaba como Texano, calzaba botas, un abrigo negro le daba un aire de pistolero, una bufanda y un sombrero del Far west, completaba su figura de dueño y señor de Tiwanaku.
Se acercaba a escuchar tus explicaciones, evaluaba tu léxico, el manejo del grupo y sobretodo la calidad de información, más que la cantidad de palabras de los farsantes.
Luego que terminabas, se acercaba y te decía: “Está bien tu información” y se alejaba tranquilo y desaparecía en la nada, tal como había aparecido.
UFFFF. Pasé el examen me dije. Una  vez que te había evaluado, ya no te molestaba y se iba tras la caza de algún otro guía, que tan sólo al verlo, comenzaban a tartamudear.
Pero me dirán, ¿por qué no le hacían frente al Látigo?. Los valientes que se amotinaron, varios de los guías que ya están maduros, se encontraron con la horma de su zapato, pues el látigo, muy gentilmente les decía: Deja a tus pasajeros en la vieja cabaña y salí si eres hombre.
Esas palabras sonaban a humillación y algunos salían a encontrarlo al Látigo, pero volvían literalmente maleteados, revolcados y con el ojo en tinta. En resumen, les sacaba la Crisma.
Otros, le prometían que saldrían a enfrentarlo y terminaban huyendo a toda velocidad en los coches.
Hay muchos Guías de Turismo, que deben todavía recordar la pateadura de Látigo, también recordarán muchos Guías peruanos que ingresaban a las ruinas y aparecía por detrás para “persuadirlos”.
“ Su credencial por Favor”. ¡¿Usted es Guía? Le preguntaba, sí, sí en el Perú.
Ah pero no aquí, así que si no quiere problemas contrate un guía que sepa explicar Tiwanaku.
El látigo Negro,  Terror de los Guías farsantes, manejaba la persuasión a través del miedo.
Cualquier guía nuevo que ingresaba a trabajar, tenía que tener el conocimiento profundo y  necesario, si no era así, por lo menos debía tener los cojones bien puestos, o atenerse a las consecuencias.
El Látigo Negro Vive y se llama Edgar Hernández Leonardini.

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