ANÉCDOTAS DE TURISMO Y TURISTAS

 CON LOS OJOS DE GATA

 Freddy Céspedes Espinoza

Muchas turistas llegan a Sud América en busca de nuevas experiencias, cultura, trekking y otras actividades de conquistas exóticas.

Llegó una bella holandesa, cabellos de oro y lacios que le caía como cascadas sobre sus hombros; tenía el cuerpo perfecto y ojos de mar.

Me miró todo el tour, parecía dispuesta a todo, al final del viaje, con un suspiro largo, me dijo lo siguiente en su castellano simple:  Tú no eres indio, tampoco blanco ni negro, ¿ qué eres?.

No supe que decir, me estuvo observando en el tour, callé por un momento y le respondí titubeando, soy boliviano nada más…

Pero ella continuó, me gusta mucho el color de tu piel, y algo romántico, le respondí de la siguiente manera:

Uff, A mi, Filenne me gustan tus ojos de gatita, siguiendo su inocencia; lo que le motivó a responder: ¿ por qué de catita?, bueno, respondí, porque son tan lindos que parecen de una bella felina. 

Calló un momento, me dijo gracias, con un tono suave y mirándome a los ojos; con voz dulce y sensual me replicó: bueno tu también tienes ojos bonitos de alpaca, con lo que me dejó mutis.

Al retorno a casa lo primero que hice fue correr al espejo y mirarme fijamente, al final deduje: somos tan diferentes culturalmente hablando, que mejor ni piropear a extranjeras; así que mejor a dormir y cuidar mis ojos de alpaca.

Sólo con un Kichute


Freddy Céspedes Espinoza

Volvíamos de Copacabana con el coche vacío el chofer y yo, después de haber despedido a un grupo de turistas.

Nos encontrábamos próximos a Huarina cuando vimos en una curva a varias personas. Lo primero que se nos vino a la mente fue que había sucedido un accidente.

No nos equivocamos, un tractor agrícola se había salido del camino y volcado sobre un gran charco de agua; sus tres ocupantes ebrios,  habían sido aprisionados por la pesada máquina y no había mucho que hacer por uno de ellos; se había ahogado.

Sin embargo los otros dos tuvieron más fortuna por que sus cabezas quedaron libres pero con el cuerpo aprisionado

Después de varios esfuerzos con cuerdas y la ayuda de un camión logramos sacar a los heridos; la gente al ver que nuestro vehículo se hallaba vacío y nosotros con el deber social de socorrer al más damnificado, decidimos llevarlo rápidamente al hospital de Huarina.

En el trayecto el chofer Ramón Flores y yo reflexionábamos sobre la imprudencia que era conducir un vehículo en estado de ebriedad y sobre el peligro que ponían a todos los que transitábamos por esa importante ruta.

De pronto, el herido y además ebrio, comenzó a reaccionar sollozando y entre voz entre cortada gimió : . “Mi zapato,  mi zapato se  ha quedado, kichute es joven”.

El chofer no aguantó más la risa y le dijo: Ya cállate, no ves que estás herido, ya estarán trayendo después tu zapato, a lo que respondió el aymara, ya ve, así siempre son éstos maleantes,  dónde me estarán llevando y comenzó a golpearme, Ramón paró y le dimos dos certeros puñetes para que se calme.

Llegamos al hospital y más tardamos en entrar que salir dejando al campesino con su único kichute.

El turista está borracho


Freddy Céspedes Espinoza.

El transporte turístico entre Perú y Bolivia es muy importante para el desarrollo del turismo, anualmente miles de extranjeros, se trasladan de  Puno- Copacabana- La Paz y viceversa, haciendo un intercambio de pasajeros en Copacabana.

Los choferes por el trabajo de ida y vuelta en el mismo día, no tienen mucho tiempo para darse un descanso, es así que el intercambio de equipajes,  se lo realiza rápidamente, cuidándose obviamente de  los ladrones que por arte de magia se llevan gigantes mochilas.

Después de terminar de almorzar, Hernán Salcedo  ágil chofer de Turisbus, se introdujo al bus turístico, y sin voltear la cabeza,  encendió el motor, y partió,  pues ya estaban atrasados algunos minutos.

Después que el motorizado ya tomaba el asfalto y la impaciencia de los pasajeros se había controlado, el hábil conductor, se fijó hacia la derecha y en vez del ayudante, se topó con un turista que roncaba como un tren.

Al llegar al estrecho de Tiquina, todos los pasajeros, bajaron como es norma general, menos el extranjero, que ni se había inmutado del ajetreo.

Vino el policía militar de la naval, y con voz autoritaria, le increpó al chofer, para que también baje el dormilón, a lo que el chofer le respondió: ¡ Bájalo tú!, hace rato que esta durmiendo el borracho a ver si te atreves a bajarlo, rió burlonamente.

Lentamente va despertando

Ya en Watajata, nuevamente, el chofer de reojo,  observó que su invitado, despertaba y con ojos soñolientos le irradió una sonrisa al conductor, éste llevándose la mano, haciendo un ademán de beber, le dijo: ¿ Mucho whisky eh?. Indignado el turista, le respondió:!  No whisky, no Whisky!

Llegaron al hotel, donde todos deben bajar del bus, el chofer, sólo manifestó: “Servidos señores pasajeros, dándole un suspiro final a su motor”.

El último en bajar fue el turista ebrio, se paró de su asiento, quiso hablar algo, para luego desplomarse chocando la cabeza en el primer asiento. Intentó nuevamente pararse, volviéndose a  golpear la cabeza.

Al verlo, el chofer corrió a ayudarlo, lo bajó del motorizado casi alzándolo, lo hizo apoyar en el bus, cayendo de rodillas sin poder pararse más el infortunado.

En ese instante, corrieron otros turistas para ayudarlo, pero tampoco entendía inglés, súbitamente apareció uno que hablaba su idioma y con insistente nerviosismo, se tomaba la cabeza a cada palabra que salía de los labios temblorosos del borracho.

Entró presuroso al bus, buscó bajo los asientos, subió al techo del motorizado y nada, hasta que con voz insistente y gritando a todos los turistas les dijo: “ Este compatriota, no está borracho, sólo le hacen falta sus 2 muletas que probablemente le robaron en Copacabana”.

Un Japonés en el monte Del Choro


Freddy Céspedes Espinoza

 Después de tres días de caminata por el  Camino del Inca hacia Coroico, cruzando nieve primero, ríos caudalosos, puentes colgantes y exuberante vegetación al final, me llevó  hasta la morada de un respetable japonés que vive solitario en medio de los Yungas en Sandillani

Tojimi Hanamura es su nombre, nació en 1931, y después de la Segunda Guerra Mundial, tuvo que emigrar  con varios japoneses hacia Sud América.

Así que, agarró algunas pertenencias y se echó a la  mar, cruzando Hong Kong, Singapur, Madagascar, Africa del Sur, Cape Town hasta llegar a San Paulo. De allá emprendió un penoso viaje hasta Santa Cruz para trabajar en la Colonia Japonesa de Yapacaní, pero la vida era muy dura- sostiene- y decidió trasladarse a La Paz.

Ya en las alturas, Hanamura anoticiado que detrás de la cordillera de los Andes, existía un clima más benigno, aborda en 1960 el antiguo tren a Yungas hasta la estación de Hichuloma; luego a pie por el paso de Sillutinkara, sin rumbo, sin alimento, sólo con las ansias de sobrevivir se dirige a una planicie calurosa llamada Sandillani. El lugar era perfecto para quedarse.

Pumas, osos y otras alimañas fueron sus primeros vecinos

Hanamura limpió la maleza, hizo adobes, luchó con los animales que al ver que un intruso se apoderaba de sus dominios, no lo dejaban dormir por meses, hasta que terminó su vivienda al estilo japonés.

Luego empezó con la producción agrícola de Maní, walusas, nísperos, plátanos, naranjas, mangos, chirimoyas, caña de azucar, racachas amen de otros productos.

Realizó un complejo sistema de riego, estas aguas van a una poza en la cual cría ranas  para luego alimentarse de sus ancas ricas en proteínas, también se alimenta de otros animales del monte.

No contento con esto, acelera el ritmo para ponerle colorido a su vivienda, haciendo un precioso jardín con flores exóticas y cactus gigantes, dándole un ambiente de tranquilidad y de paz.

No le importa el dinero y vive feliz a su manera

Hanamura, encontró la paz en este ambiente húmedo y caluroso, no le importa para nada lo que sucede políticamente en el país, el japonés está en su burbuja de paz y tranquilidad ajeno a todo, no tiene radio ni televisión. Hace tiempo que dejó de depender del señor dinero que corrompe las almas y daña el espíritu; el tanto tienes, cuánto vales de las ciudades, se esfuma en la humedad del paraíso geográfico en que vive.

Su única distracción, es la visita de turistas que llegan a sus jardines para acampar y sólo se limita a mostrar a sus huéspedes la infinidad de postales que recibe de  los extranjeros. Nunca cobra un centavo porque no hay mucho qué comprar.

Hanamura vive feliz, no quiere volver a La Paz que dejó hace cuarenta años, tampoco quiere volver a Japón, pese a la ayuda ofrecida por su gobierno.

Sin embargo, está mi mente el respeto que guardo por este hombre, que hizo del trabajo su razón de existir y que pese a las adversidades, lleva una vida tranquila y sin preocupaciones.

Murió Hanamura

Me enteré de su muerte, estoy lejos de su paraíso, ya que siempre vivió en él. En una de las últimas visitas que le hice hace dos años cuando una programa televisivo, quiso concertar una visita, fuí a hacerle conocer que querían visitarlo; se negó rotundamente.

Vivía en su paz, y felíz, me dijo que no necesitaba nada y que era rico. ¿ Rico? le dije, pensando en bienes materiales o dinero; sin duda no los tenía.

Espera un momento me dijo y se perdió en el rincón oscuro de su habitación. Volvió felíz, con su riqueza, era una figura de Buda y no le dije nada más. Me dejó perplejo.

Hoy volvió e encontrarse con su paz, en el paraíso divino de  Buda y sus enseñanzas que marcaron el rumbo de su existencia. Tojimi Hanamura. Murió a sus 82 años.

ME LO DIJO UNA GITANA

 Ojo Si son muy conservadoras, no lo lean.


Freddy Céspedes Espinoza

Me encontraba en Antofagasta despistado viendo las tiendas comerciales. Todo anduvo bien, hasta que me encontré con unas enigmáticas y bellas gitanas que me devoraban con la mirada.

De pronto, una de ellas, la más experta. Se me aproximó lentamente y con una voz sensual me quiso leer la suerte en la palma de la mano.

Como todos, las miré desconfiado, me opuse pero con su preciosa voz, sus aretes que le colgaban en los lóbulos y su vestido sensual, me persuadieron y al instante, ya estaba entregando la mano para que me la lea.

“Tienes un porvenir incierto” dijo. “ Una morena muy bella te hará la vida imposible”, “tu espíritu aventurero te llevará a las conquistas más inverosímiles con las mujeres”.

Le creí todo hasta me dijo que no me costaría nada. También, -continuó- Te espera una vida llena de dinero y bienestar. Fueron las palabras que me dejaron a su merced.

Ya al despedirme, satisfecho de mi suerte, susurró algo a su compañera y sin más que decirles, ya estuvieron agarrándome las manos, solicitándome unas monedas para sus gastos más apremiantes.

Tomé la billetera, saqué unos cuantos pesos y se los ofrecí.

Al momento la mayor de ellas,con una alegría fingida, continuó:

“ Éste dinero que no es mucho en tu vida, se convertirá en millones, y sacando uno de sus senos, comenzó a humedecerlo y mojar los billetes.

Sorprendido por tan inusual hecho, continuó. “La leche materna es una de las más poderosas fuentes de la vida, por eso mojo el dinero, pues no lo veas como algo indigno; también tu madre te alimentó cuando eras niño y te dio la fuerza que ahora tienes”.

Toca, toca mis senos, no es nada anormal, pues tú también tocaste a tu madre, pero no te acuerdas.

Así lo hice y viendo a todas partes, pues este hecho no era normal y sin dudarlo palpé sus senos,  que tal vez estaba alimentando algún bebé.

Desconcertado y ya satisfecha mi curiosidad, decidí emprender la retirada.

Me miró por última vez y me dijo: “ No nos sigas; y así tu suerte no  cambiará”.

Las observé por un rato dieron la vuelta a la esquina, volví a la realidad y con sorpresa me horroricé que me habían robado la billetera con más de 100 dólares.

Corrí, corrí y no las encontré, pero ahora recuerdo este hecho anecdótico; y siempre digo a mis amigos poco conservadores: " fue la tocada de tetas más cara de mi vida"

EL LÁTIGO NEGRO TERROR DE LOS GUÍAS DE TURISMO

 Freddy Céspedes Espinoza

En la década del ochenta del siglo pasado, hacer turismo en Bolivia era mucho más divertido, no había tecnología, pero sí  caminos en forma de calamina y a falta de puentes, sólo los valientes conductores se atrevían a cruzar el mentado Lloco Locko, río que se había llevado muchos Taxi Service, con turistas abordo y rescatados por los colegas del volante,  río abajo.

Singulares personajes que formaban parte del círculo de esta actividad tenían vida propia. Habían choferes que fueron ex combatientes de la guerra del Chaco, dueños de algunas Agencias que trataban a sus guías como a siervos de la gleba y distinguidos caballeros como el el Dr. Alberto Laguna Meave, discípulo de Ponsnansky, que acompañaba guiando a personajes  en materia de arqueología y esoterismo masónico.

Eran tiempos de transición entre los amantes de la dictadura y demócratas que se ufanaban de haber sido torturados por los militares.

Por otra parte producto de la guerra fría y las guerrillas de Valle Grande, algunos viejos soldados que habían hecho correr a los guerrilleros cubanos y haberse enfrentado cara a cara contra los barbudos, volvían satisfechos de haber cumplido con la patria. Habían eliminado al Che.

Uno de éstos era ex rangerista,  era el Látigo Negro.

En mi primer tour a las Ruinas de Tiwanaku, hoy quieren llamar sitio arqueológico, eufemismos, más o menos, sigue en ruinas el sitio arqueológico.

Llegué a las ruinas y Dn. Rufino Sanjinés, chouffeur de turismo, me advirtió: “ Vas a tener cuidado con el Látigo”.

No conocía al temido Látigo, ni quería conocerlo, me habían comentado que era un Ex combatiente de Ñancahuazú y estuvo en las guerrillas en primera línea.

Durante los años setenta y los primeros años de los Ochenta, había sido uno de los primeros guías Autodidactas con una verdadera pasión por la arqueología que lo sedujo y se quedó a guiar en el sitio.

Su amplio conocimiento de historia, arqueología, antropología y acucioso en los informes de  excavaciones que realizaron los arqueólogos, le permitió tener un conocimiento amplio y profundo sobre la cultura.

Erick Von Denniken por ejemplo,  se alojó en su casa de la población de Tiwanaku y gracias a su conocimiento, le dieron al Látigo,  su lugar como primer guía del sitio.

Tanto diplomáticos y embajadores, llegaban a Tiwanaku y buscaban directamente al renombrado Guía para un tour detallado y profesional.

Su pasión por Tiwanaku, lo había llevado a ser un verdadero guardián de la información científica y no cabía en su mente errores como: “Cuando los Incas llegaron, a este lugar construyeron Tiwanaku”. Le enervaba los disparates que hablaban los guías sin escrúpulos que decían que  “habían amasado la piedra, con ciertos líquidos que los extraterrestres habían vaciado en moldes”,

“Para construir  Tiwanaku,  los gigantes habían puesto piedra por piedra”; es decir había que lidiar contra los imbéciles.

Ahí estaba el Látigo Negro, pseudónimo que le pusieron, sus detractores o amigos, para referirse a su persona.

Este Látigo Negro era en el cine mexicano, un héroe de características similares al  Llanero Solitario, o el Zorro,  pero con la diferencia que utilizaba el látigo para derrotar a los malvados.

Nuestro Látigo Negro estaba al acecho para escuchar las explicaciones de los Guías de turismo que veníamos desde La Paz, si no le parecías convincente, ya te esperaba serio al otro día.

Mi encuentro fatídico fue en el Templete Semi- Subterráneo.

El Látigo, Caminaba como Texano, calzaba botas, un abrigo negro le daba un aire de pistolero, una bufanda y un sombrero del Far west, completaba su figura de dueño y señor de Tiwanaku.

Se acercaba a escuchar tus explicaciones, evaluaba tu léxico, el manejo del grupo y sobretodo la calidad de información, más que la cantidad de palabras de los farsantes.

Luego que terminabas, se acercaba y te decía: “Está bien tu información” y se alejaba tranquilo y desaparecía en la nada, tal como había aparecido.

UFFFF. Pasé el examen me dije. Una  vez que te había evaluado, ya no te molestaba y se iba tras la caza de algún otro guía, que tan sólo al verlo, comenzaban a tartamudear.

Pero me dirán, ¿por qué no le hacían frente al Látigo?. Los valientes que se amotinaron, varios de los guías que ya están maduros, se encontraron con la horma de su zapato, pues el látigo, muy gentilmente les decía: Deja a tus pasajeros en la vieja cabaña y salí si eres hombre.

Esas palabras sonaban a humillación y algunos salían a encontrarlo al Látigo, pero volvían literalmente maleteados, revolcados y con el ojo en tinta. En resumen, les sacaba la Crisma.

Otros, le prometían que saldrían a enfrentarlo y terminaban huyendo a toda velocidad en los coches.

Hay muchos Guías de Turismo, que deben todavía recordar la pateadura de Látigo, también recordarán muchos Guías peruanos que ingresaban a las ruinas y aparecía por detrás para “persuadirlos”.

“ Su credencial por Favor”. ¡¿Usted es Guía? Le preguntaba, sí, sí en el Perú.

Ah pero no aquí, así que si no quiere problemas contrate un guía que sepa explicar Tiwanaku.

El látigo Negro,  Terror de los Guías farsantes, manejaba la persuasión a través del miedo.

Cualquier guía nuevo que ingresaba a trabajar, tenía que tener el conocimiento profundo y  necesario, si no era así, por lo menos debía tener los cojones bien puestos, o atenerse a las consecuencias.

El Látigo Negro Vive y se llama Edgar Hernández Leonardini.

MI POBRE CHANCHITO


FreddyCéspedes Espinoza.

Después de cinco días de caminata por la cordillera de Apolobamba, el despoblado de Curva nos recibía a seis turistas y al guía, que hacían su arribo al pueblito colonial con su iglesia solitaria, ventanales con niños que se ocultaban al vernos; junto a borricos y chanchos regordetes que se paseaban felices en este tranquilo poblado de los Kallawayas.

Llegaron los caballos y mulas con el equipaje, más atrás los turistas. La fuerte vagoneta 4x4 esperaba impaciente en medio de la plaza para trasladarnos hacia Charazani; aunque la noche ya se venía encima.

Don Vitaliano Ramos, el chofer ayudaba presuroso a subir las mochilas, carpas y utensilios de cocina al bólido.

Se despidieron los arrieros, ya era tiempo para el trabajo del motor del coche que en un interminable zigzag nocturno,  sorteaba las piedras, baches y riachuelos que invadían el camino sin mantenimiento.

De pronto, en una cerrada curva las luces del coche alumbraron los ojos asustados de un chancho obeso que sólo atinó a emitir un chillido de muerte cuando el Land Cruisser lo atropelló mandándolo a mejor vida.

El coche frenó en seco, nadie se animó a bajar para ver la víctima, y sin pensarlo más, el chofer, pisó el acelerador, lamentando la triste suerte del puerco noctámbulo.

En la cara de don Vita, apareció su pesar y echaba la culpa al dueño que no cuidaba sus cerdos, finalmente llegó  a Charazani arrastrando su culpa.

Digo arrastrando, porque el infeliz chanchito, iba con una cuerda amarrada al cuello cuando lo aplanó, pero esta soga se envolvió en los muelles del coche y nuestro contuso puerco se vino 15 km dando volteretas, chocando con las piedras y desollándose en vida.

Nunca ví un cuadro tan cruel, no estaba ni en Afganistán ni en Irak, pero mi pobre chancho, todavía me persigue en mis pesadillas nocturnas y en cada chicharrón que me sirvo con los amigos.

 

SPAGUETTI AL DENTE

 
 Freddy Céspedes Espinoza

Sucre, Sucre sé que no podré olvidarte…….Cómo te voy a olvidar, si el aroma a comida más exquisita circula entre las calles, el mercado Central y los templos coloniales que nos dirigen a los restaurants de la ciudad con sugestivos nombres.

Allí me encamino con un grupo de 15 turistas a un restaurant estilo francés, tal vez sí tal vez no, pero tiene su encanto, tiene variedad de vinos de todas partes de Chuquisaca y Tarija. Sentados ante un mantel blanquísimo, todo el grupo disfruta del ambiente con velas y candelabros de plata, el vino tinto hace juego con las damas blancas que ya perdieron su color de piel y adquieren un color rosa sensual, que los hombres ya identificaron, ellos también cambiaron de color y se muestran alegres y con la mirada picaresca.
Están a las puertas de algún romance fugaz. Van otras dos botellas más de vino. Los pensamientos pecaminosos, se quedan en el aire y el aroma del primer plato cambia las sonrisas a una formalidad cursi. Uno a uno van acomodándose mejor, la comida tranquiliza a los turistas y el silencio del degustar es interrumpido por la más sexy y problemática del grupo.
Movía y movía su cuerpo y masticaba lentamente, haciendo mueca de querer encontrar algo. Volvió a masticar y su lengua rebuscaba algo extraño. Nos miró a todos y disimuladamente con el índice y el pulgar, extrajo de su sensual boquita de cereza algo que vio calladamente. Volvió a mirar a todos que estaban ocupados en darle fin al bistec o al pescado. De pronto comenzó a gritar con desesperación y exclamó: ¡ Es un diente, un diente de niño, no es mío, nohhhhh, Un diente de un niño. No puede ser…Oh my God….
Se levantó de la mesa y se fue directo al baño a vomitar intencionalmente. Su amiga, la otra rubia australiana, miraba al grupo, sorprendida de tanta tranquilidad del grupo que no atinaba a nada. El Tour leader, seguía cenando tranquilo, pensó que se había roto un diente la turista, y no entorpecería el último bocado, que era el más delicioso.
Ya todos habían acabado su plato, el más gordo ya se había pedido una nueva cerveza fría. La amiga, la consolaba como si hubiese sucedió una tragedia. Lloraba a moco tendido.
Ya más tranquila del llanto y furiosa se dirigió a mí con la mirada de mujer despechada y tiró el diente a la mesa. Esto es un diente de niño que encontré en mi plato. ¡ No puede ser! Y tú no haces nada. Miré a todas partes seriamente para ubicar al niño, no había tal.
Antes que termine la última frase, el gordo inglés, con humor sarcástico y en voz alta me dijo: ¡ Hey Freddy! ¿Esto es un dedo?.
¿ Que hace este dedo en mi plato? A lo que boquita de cereza, comenzó a fingir nuevamente vómitos, llanto y quejido retumbó en todo el restaurant.
Para ese momento, ya había hablado con el gerente del pulcro restaurant, y para tranquilizar al grupo me dijo, que probablemente entre las verduras o en la tierra de la papa que viene del mercado, había un diente; impureza que se había entrado al plato de la más problemática del grupo. El gerente nervioso y preocupado, me dijo: “ No cobraré nada al grupo, pues es una falta nuestra, ya que nadie se percató del mencionado canino. Acepte mis disculpas y transmítela por favor a los turistas.
Con otras dos copas de vino, ya había pasado la comida y el humor volvió a cada uno de los turistas que hacían las más atrevidas sugerencias. Finalmente salimos, todos se levantaron, menos la boquita de cereza, que esperaba que yo lo golpee al cheff, o al dueño y que destruya las mesas como en el Far West.
¡No hiciste nada, nada contra el restaurant, me increpó!. Por lo menos debías golpear al mozo, que se escabulló en la cocina. Fue su última palabra. Se levantó del asiento bruscamente y un clavo infernal que sobresalía del tapiz de la silla, se agarró del trasero y de un tirón se rompió el pantalón, dejando a la vista su ropa interior de seda, que en Bolivia llamamos calzón.
Sólo su amiga se encargó de proteger la retaguardia de la infortunada para decir al grupo que boquita de cereza, estaba un poco cansada y que llegarían al hotel un poco más tarde. Me quedé con ellas, ya las dos lloraban de impotencia y yo con fingida preocupación, trataba de ver el daño a su pantalón, y ella no dejaba ver el lugar de la rotura.
Hasta que ya cansado, le dije que mañana solucionaría con un sastre su pantalón, que se había corrido unos 15 centímetros.
Ese pantalón es recuerdo de Bob y es muy caro. El restaurant debe pagarme 300 dólares, y nuevamente comenzó a llorar como una niña de kínder en su primer día de clases.
Respiré ya tranquilo con el aire de la plaza de Sucre, ya en 10 minutos me tiraré en cama, y me olvidaré de este incidente decía mentalmente. De pronto, casi al entrar al hotel, ella se detuvo y entró a un cajero. Ya tardaba demasiado y por fin, me atreví a abrir la puerta y le dije. ¿Hay algún problema? Salió del cajero, gritando y queriéndome dar un golpe. Se quedó atascada mi tarjeta, nooooo, buahhh, Haz algo, haz algo, mi tarjeta no sale…. Volvió a entrar y comenzó a gritar a la máquina dando golpes de impotencia Haz algo, haz algo… Dí algo.. Buahhhhh.
Serenamente, le dije, yo no puedo hacer nada con con máquinas ATM, mejor llama a tu banco para cancelar la tarjeta, porque no puedo hacer nada más y casi perdiendo la paciencia, la dirigí hacia el hotel, pensando en la comida, el vino, los manteles, el pantalón y el niño que perdió su diente. Finalmente me dije en mis adentros: Nuevamente la ley de Murphy, que en nuestro léxico, traduciría como: La ley del turista Khencha o de mala suerte y me fui a dormir tranquilo pensando que mañana, sería otro día menos salado que el spaguetti al dente.

 La Peligrosa 


Freddy Céspedes Espinoza

Las líneas y curvas sensuales de las montañas, no era nada comparada con las curvas de la Peligrosa.

Tal vez nació en las inmediaciones del salar o en los fértiles valles, sólo ví sus piernas torneadas y robustas, vestía pollera corta, de manos ágiles para la cocina y hábil como ayudante de mecánico en alguna emergencia.

Era la cocinera en una o varias empresas de turismo y durante cuatro días, recorría el territorio de Sur Lípez entre sus aromáticas viandas y su gusto por los viajes, en una carrera loca de varios coches todo terreno.

Ojos de basalto, cintura bien formada y senos de volcanes inquietos, así era la mujer bien nutrida con quínua Real. Se paseaba orgullosa de sus dotes en un mundo de viento y frío, sólo su presencia volvía loco a la naturaleza y a los choferes. Era conocida con el seudónimo de la Peligrosa.

Todos querían viajar con ella y sentían orgullo de tenerla a su lado, su presencia les daba mayor seguridad a los bravos, corriendo entre las montañas y los descansos obligatorios del largo viaje entre horribles sendas de San Juan, Huayllajara y Villa Alota.

Mientras conducían, los choferes no pensaban en los caminos de calamina que les subía y bajaba los riñones, sólo miraban de reojo sus polleras; estaban ocupados, sus pensamientos pecaminosos saltaban con los barquinazos, pero seguían planeando cómo la abordaría, cómo seduciría; sin embargo, ella ya estaba tejiendo su red sensual, para echarla en la cama de la víctima con el que pasaría la noche. No sabía con quién.

Ella era la que escogía a los muchos choferes con olor a gasolina y aceite. Todos querían estar con ella, y al mismo tiempo la rehuían, sus piernas eran la lotería y sus curvas la ruleta rusa en medio de la nada. Sabíamos cómo disfrutaba del sexo, cómo era de insaciable y exigente .Tenía una sonrisa picaresca y labios carnosos, pues ella, era la que escogía a quién se robaría; uno cada noche.

La fama de la Peligrosa se perdía entre los vientos y los volcanes, pero todos se quedaban temerosos y tímidos ante su sola presencia. De día eran pilotos, por la noche, se convertían en indefensos machos que eran vilmente devoradas por la araña viuda negra.

A los guías de turismo, nos miraba como carne de cogote. No éramos su tipo.

A tal punto llegó su fama que acabó con todos los maridos fieles, hermanos de las iglesias que se arrepintieron por años, esclavizó a todos los viejos verdes e inauguró a los jóvenes castos recién salidos del cuartel. Tenía sus armas, se acercaba y te miraba de arriba hacia abajo, profundizaba la mirada en tus orgullos, para luego exclamar. Te espero esta noche. Fatal invitación.

Si no ibas, ella misma hacía correr con los vientos que Fulano era puro bla, bla, que el Zutano tenía un cardán extremadamente pequeño para tanta máquina; es decir, se encargaba de deshonrarte ante los otros choferes.

Todos sabían que cierta noche se llevó al gordo Maguila, al otro día al chato Juan y la otra al infortunado feliz . Todos fingían estar libres de ella, pero al mismo tiempo, recordaban las dulces horas que pasaron junto a su amor de una noche.

Ella probó de los placeres sin miramientos ni vergüenzas, había roto el estereotipo de la mujer engañada y sufrida, disfrutando a plenitud de toda una generación de choferes, entre las planicies y las camas sencillas de los albergues, para terminar después de cuatro días, esa vez, en la pequeña ciudad de Uyuni.

Al otro día, la Peligrosa, nuevamente se la veía organizando sus ollas y viandas para una próxima aventura por los caminos de viento y polvo lujurioso de la tierra de los Lípez.

MI ESTRELLITA FUGÁZ

 Freddy Céspedes Espinoza

 La vida tiene sus matices, sus aromas y alegrías; te observo y sé que  existías en mis fríos de soledad, en mis pensamientos abstractos, donde las estrellas fugaces bajaban con su larga cabellera hasta perderse en la oscuridad.

Nada más hermoso que ver caer las estrellas, muchos poetas, enamorados, pintores y cantantes se inspiraron en este fenómeno y que va ocurriendo constantemente desde  los últimos 4500 millones de años.

La vida tiene sus matices, sus aromas y alegrías; te observo y sé que  existías en mis fríos de soledad, en mis pensamientos abstractos, donde las estrellas fugaces bajaban con su larga cabellera hasta perderse en la oscuridad.

Hasta parezco poeta me dije, al observar cómo una noche de campamento,  allí cerca al nevado condoriri, fuimos testigos de una lluvia de meteoritos que caían cada cierto momento, dejándonos felices de tan bello encuentro. Allí soñé contigo toda la noche.

Llegaste así, pero no  perdiste tu brillo, iluminaste mi vida aunque tenuemente, surcaste mi espacio,  te acercaste y absorto descubrí tu belleza, tus cabellos y el néctar de tus labios.

Y me dormí tranquilo.

Felizmente llegó el día y la voz del arriero, turbó el silencio: “ Levantarse cojudos”, ya llegó un nuevo día, gritó feliz a los cocineros con su voz de conscripto.   

Desperté con unos gritos de desesperación, el cocinero no se levantó de su carpa, vanos fueron los esfuerzos para ponerlo en pié, había congoja y pesar estaba tieso.

Nadie se explicaba qué había pasado, el más osado, lo jaló de los pies sacándolo de la carpa,  envolvieron su cuerpo en una frazada  y  lo alzaron en su mortaja de frazadita Polar.

Estuvo uno minutos en el suelo envuelto como momia egipcia, hasta que se oyó un suspiro, luego dos y tres, y tosió expulsando a su novia, la muerte. Pidió agua y se levantó asustado y tranquilo; estaba volviendo a la vida.

Nos relató luego,  que cerca al amanecer una de estas hermosas estrellas fugaces, se había enamorado de Martín y cayó en la puerta de su carpa, envolviéndolo con su aroma cósmico y seduciéndolo a dormir con ella para siempre.

Ese gas estuvo millones de años dando vueltas en el espacio e ingresó a la tierra, hizo fricción con la atmósfera y cayó justo en la entrada de la carpa. No murió Martín, pero fue acariciado por la bella diosa Warawarani, muy conocida en en mito de las montañas y lagos andinos.

EN COMA PENSANDO EN SU AVENTURA

Freddy Céspedes

 

Mundialmente conocido el camino de la muerte, por su trágica historia de políticos acribillados en Chuspipata, los camiones que descansan en sus profundidades y turistas que a veces se caen cuando cruzan velozmente en sus bicicletas, es el lugar de esta tragicomedia.

Ramiro Paty, guía de mountain biking  dirigía el grupo, sólo vio caer estrepitosamente a una linda muchacha inglesa.

Después se enteró que esta audaz ciclista tenía ataques epilépticos pero ya era tarde; ella  no pensó que esta enfermedad le jugaría un mal rato.

En el hospital yacía conectada a un tubo de oxígeno y su diagnostico médico era triste, estaba en un profundo estado de coma.

Durante dos semanas de angustiosa espera, médicos, enfermeras y el guía esperaban un milagro.

De pronto, sus ojos brillaron, su tez cobró vida y de un impulso se sentó en su cama exclamando: “ My T Shirt, My T Shirt, ¿ Where is my T shirt ?

“ Mi polera, dónde está mi polera? ( T-Shirt) , mi polera sorprendiendo a los médicos y testigos  que le hicieron llegar al instante su pedido con la clásica escritura: “Sobreviví al camino de la muerte”. Volvió feliz a Inglaterra.

 

 

 

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