Crónica de un bloqueo anunciado

 Freddy Céspedes Espinoza

He aquí, nuevamente bloqueado, no escarmiento, ya en el 2003 un bravo Hilacata en la población de Laja, hizo justicia conmigo al darme en el trasero  dos buenos chicotazos.

La razón fue,  que limpié las piedras del camino  para pasar el bloqueo con los turistas, que querían llegar a la ciudad de La Paz.

Me dolió más el ego,  que los golpes dados sin remordimiento y con saña maliciosa;  lastimosamente estaban muchos valientes.

 Sólo tuve como recuerdo  su cara angelical y  la forma usual  de hacer valer razones, sean para el bien o para mal.

Ya no  le guardo rencor, pero la vida me premió;  lo encontré a mi ángel  bajando despreocupado por la Calle Santa Cruz, iba de chamarra y apurado; nunca se me olvidó su rostro, lo reconocí al bravo chicoteador; en ese instante,  también se me salió mi espíritu originario, mejor suena, se me salió el  indio, no sé de dónde apareció y le di su buen escarmiento en plena calle, hasta que los comedidos que no faltan,  llamaron a la policía para que detengan al  loco que empezó a agredirlo  al pobre campesino.

Felizmente me fugué, pero ya mi ego y mi ajayu estaban juntos otra vez,  volvieron desde Laja para mi tranquilidad.

Pero, no hay mal que por bien no venga,  tuve la suerte de ser bloqueado nuevamente. Me hallaba en Uyuni y las noticias, no eran nada alentadoras, tuve la urgencia de viajar a recoger el 4x4 que se hallaba aburrido y encerrado en un garaje ya cuatro meses.

 Algunos,  dirán que fue  mala suerte, para mí,  una nueva experiencia para analizar esta vieja forma ancestral de bloquear todo, de salpicar de piedras los caminos y carreteras asfaltadas, dinamitando los cerros y observar de forma excitada,  el caer de las rocas al camino, celebrando perversamente  cómo caen las gigantes  rocas, prendiendo fuego a las llantas y crear un ambiente de terror para el circunstancial viajero, que tuvo la mala suerte de caer en sus garras.

Unos días antes del bloqueo, ya el ambiente tenía un tufo bloqueador, los pueblos desérticos, las llamas en los corrales, los perros sin ladrar, una calma misteriosa acompañada de reuniones de grupos preparando las estrategias, o recibiendo las órdenes de los estrategas de los bloqueos, tal vez ya contratados con antelación.

El Altiplano en Agosto  permanece triste, no hay agricultura, todos los campos están estériles y secos; el frió y el viento  bailan abrazados al compás del fino polvo entre las planicies desérticas, salitrosas y duras;  es la época  improductiva y las personas no tienen ingresos por la agricultura, tienen que ganar algo de dinero, no importa la forma, mejor a través de sus dirigentes que ya tramitaron el dinero ante los financiadores para el bloqueo de Invierno. En época de lluvia,  hay agricultura, todos están  ocupados y no se dan bloqueos entre Diciembre a Marzo.

Todo está listo y salimos de Uyuni con dos amigas guías de turismo, Nadia y Jhanira,  ambas decididas y con coraje,  me acompañaron en este viaje impredecible, peligroso y con muy buen humor para llegar a La Paz en aproximadamente ocho horas.

Antes de partir, recibimos la noticia que en Cerro Colorado,  entre Uyuni y Wari estaba cerrado, ya estaban listos los bloqueos, pero igual el coche se puso atrevido y emprendió la carrera hasta que cruzamos el mencionado lugar, los sorprendimos, ya que estuvieron en su reunión de evaluación y cruzamos las piedras y llantas que todavía ardían desde la noche anterior.

 Una triunfal conquista nos envalentonó y llegamos sólo hasta Wari, ya los comentarios eran desalentadores, me aproximé  a la estación de gasolina y el vendedor me informó que en el cruce de Huanuni, ya estaba saltando de alegría el Tío de la mina, challando su panza con alcohol y coca, recolectando piedras,  prendiendo  hogueras y creando su propio infierno desde la noche anterior.

Éste tío, no trabaja, pero igual recibe ofrendas de alcohol y coca del Estado, al mes, están haciendo todos cola para sus altos salarios sin producir, sin haber hecho el esfuerzo de mantener la empresa minera estatal  con su sudor, ya Huanuni tiene sus días contados; quebrará  cualquier momento sin duda y su Diablo Mayor, actual dirigente de la COB, será arrastrado nuevamente al averno de donde vino.

Sin dudar más, tomamos la ruta hacia Quillacas. Región importante desde hace mucho tiempo.

Los Quillacas también pertenecieron a  uno de los reynos Kollas que llegaron en una invasión masiva desde el sur, son  originarios de Coquimbo, según muchos estudiosos. Los Aymaras no son originarios del Altiplano y formaron reinos después de destruir el imperio Puquina, llamado comúnmente Tiwanaku.

“Los Quillacas fueron un reino autónomo, con una gran extensión que cubría casi toda la cuenca del río Quillaca y Sevaruyo, desde las orillas meridionales del lago Aullagas hasta los salares de Coipasa  y  Thunupa.  Si bien su territorio era uno de los más áridos y fríos, contaban con miles de llamas y producción de quinua, eran ricos,  además  contaban con enclaves en los valles para el maíz y otros productos carentes en el Altiplano”.

Por otra parte  también formaban parte de esta unidad los  Aullagas-uruquilla, un otro grupo que  estaban  subordinados a los Quillacas y que convivían con los Uros que eran considerados como  lo último en la escala socioeconómica  de pueblos originarios.

“ En el área geográfica nuclear  de la federación que nos ocupa, en los siglos XV y XVI solamente se hablaban tres lenguas : Aymara, Uruquilla y Uro. La Runa Simi y la puquina con toda seguridad eran desconocidas en el Macro Estado Quillaca. Pero seguramente entre los Quillacas,Uruquillas y urus habría algunos sujetos bilingües quizás hasta trilingües, dada la vecindad inmediata de unos y otros entre sí”.

Con este dato importante y cruzando Orinoca lugar de nacimiento de Evo Morales, éste pertenecería a un grupo humano que hablaba originalmente  Uruquilla o tal vez la lengua Uro hoy lenguas ya extintas. Geográficamente por la ubicación de su pueblo en las márgenes del lago Aullagas o Poopo, Evo es de origen Uro.

Evo Morales nunca habló Aymara ni hablará, porque no lo siente cultural ni ancestralmente; además que es el idioma del invasor.

Cruzo Orinoca con clima seco, frío y con un museo de siete millones de dólares en honor al ex “ Hermano Presidente”, no paré, quise escapar del lugar porque me indignaba semejante gasto ante un pueblo hambriento y pobre;  llegamos al cruce de Copacabanita,  donde nuevamente vi una fila de camiones parados, bloqueados por un grupo  de la zona.

Ya no intentamos aproximarnos, pues era más fácil entrar al cielo que pasar estos bloqueos, que llevan órdenes de no dejar pasar a nadie.

Tomamos un camino secundario entre arenales y paja brava, sorteamos nuevamente el bloqueo hasta llegar a la tranca de la carretera Oruro -Pisiga.

Aquí los militares nos pararon y nos informaron que a media noche, abrirían paso para los coches para ingresar a Oruro que estaba encapsulada por la pandemia. Sabíamos, ya que saliendo de Oruro,  la carretera principal, ya estaban con piedras.

El Altiplano cuna de bloqueadores

Media noche, Oruro y su penumbra no circula ninguna persona, todos están en sus casas, temerosos de la pandemia, sus calles de carnaval son sólo recuerdo, los perros  son los dueños de sus calles.

No hay bloqueos en la salida hacia La Paz, sólo algún coche muy viejo va delante nuestro ajeno a todo, pero nosotros estamos temerosos, en el peaje nos informaron que en Panduro estaba duro el bloqueo

Seguimos sin pensar más y caímos en el bloqueo nocturno. Era un gran grupo, con pasamontañas, frazadas que les servía como capa y fumando para distraer el frío,  que a esa hora, tumbó al suelo a otros para dormir en el piso sobre su frazada y cubiertos por otra.

Qué cuadro más dantesco, no por las llantas que ardían ni por las piedras sembradas a lo largo de dos kilómetros, antes del Panduro, sino por el estoicismo de soportar temperaturas bajo cero y con una convicción y resistencia silenciosa y estúpida de sacrificar el cuerpo.

Salí fuera del vehículo y me dirigí al responsable del bloqueo, indicándole que estaba con dos enfermeras, de noche a la mañana,  mis amigas guías, las convertí  en enfermeras. Le informé que su presencia era requerida en el Alto y que era urgente pasar.

Me miró fríamente y me dijo: ¡Para qué viajan, si saben que todo está bloqueado!, mejor dormí, me dijo, mañana ya hablaremos y me frenó ásperamente. Estaba cansado para discutir a las cuatro de la mañana y mejor a dormir dos horas.

Me enteré que otro grupo de bloqueadores, ya organizados con anterioridad iba a sustituir a los nocturnos. Su horario de entrada al trabajo  era las seis de la mañana; así que antes que cambie su turno, volví a pedirle por favor que nuestro viaje era de vida o muerte. Me creyó y me dijo, casi disimuladamente. Toma el camino hacia el tubo de gas y por allí podrás avanzar. Así lo hice y me encontraba ascendiendo a la montaña donde existía un gasoducto, a lado de éste, un caminito para los ingenieros y técnicos que debían controlar permanentemente el estado de la tubería.

Lo que no pensé que este camino,  parecía la montaña rusa de subidas y bajadas pronunciadas y que sólo con un vehículo todo terreno podría cruzarlo. El desgraciado nos mandó por  un camino intransitable para que nos quedemos.

Él sabía de las condiciones del camino, pero dejamos de todas maneras Panduro cruzando por los cerros, divisando el Altiplano agreste desde las alturas.

Tuvimos que bajar de la montaña nuevamente al asfalto, porque el camino se acabó y las lluvias destruyeron cualquier opción de continuar y descendimos a Lahuachaca .

Cada grupo de bloqueo tiene un líder, quién está a cargo de verificar la calidad del bloqueo, el tamaño de las piedras regadas; a mayor distancia de piedras tiradas en la carretera,  significa que están más comprometidos con la causa.

Había muchas mujeres y nuevamente entrar en contacto con el hermano bloqueador.

Buenos días dije, y nadie contestó.  Parece que el término Hermano, funciona. Buen día hermano, parece que no me creyó debido a su chacky fulero como diría el escritor Viscarra.

Nos miramos, y ese término de hermano, ni yo me la creía;  su globo ocular estaba rojo, el mío también por no haber dormido mi paciencia estaba dormida, mi enojo estaba roncando sólo mi voz estaba ronca por la sequedad.

Hermano, necesito pasar porque las dos enfermeras deben llegar al Alto a trabajar al hospital.

Me miró incrédulo y casi ebrio me contestó,  que sólo  nos dejaría  pasar si bloqueamos la carretera.

Me dijo, anda a traer treinta piedras para el bloqueo y  una risa maquiavélica pintó su cara alcoholizada. Tuve que hacerlo con la ayuda de mis dos compañeras de aventura.

Listo, ya está bien bloqueado, le dije sarcásticamente, en ese proceso, de reojo vi  un minibús que nuevamente ascendía  por un  camino secundario y di media vuelta el coche y dirigí decidido a no dejar que nos bloqueen.

Nuevamente por las alturas, pueblos perdidos, niños con hambre,  chullpares que descansan por centurias  y nadie sabe de su existencia.

Cerros plomos y amarillentos, ondulaciones de periodos geológicos silúricos y devónicos con  fósiles de trilobites en las piedras redondeadas. En su suelo descansan puntas de lanza del  periodo Viscachani .

Desde estas alturas ya diviso Patacamaya  y su larga fila de camiones desahuciados y sin esperanza de continuar viaje. Hace millones de años o tal vez sólo miles, Patacamaya estuvo bajo agua, se nota todavía los rastros de este lago por la presencia de piedra calcárea en los  cerros  y que son extraídas por muchachos para cargara una volqueta.

También se puede observar  piedras arrastradas por la glaciación de la edad de hielo.

Patacamaya desde la lejanía se ve tranquila, pero deben estar hirviendo de bronca al observar el coche que va bajando raudamente y cruzar el asfalto y vencer su bloqueo dogmático sin sentido y con una capacidad  sorprendente de organización.

Si todo ese poder  de organización se utilizaría para buenos fines, sin duda el desarrollo de nuestro Altiplano sería otro. Por ejemplo todas estas poblaciones se ahogan en la basura, y con ese poder de convocatoria y organización el Altiplano estaría brillando de limpio.

Si esa energía se utilizara para la producción intensiva en la agricultura y no por parcelas donde cada uno produce individualmente, en resumen si toda su organización se utilizara para beneficio del país y de ellos mismos. Si el anterior gobierno hubiera invertido en educación, salud, proyectos de desarrollo. Todos los pueblos tienen un coliseo cerrado,  porque no lo usan.

Aquí se observa que el poder de los Hilakatas y otras autoridades es rebasada por el poder económico que maneja el Secretario General, quien carga una responsabilidad de vigencia personal  ante su comunidad;  también carga la plata para el pago del transporte, en estas alturas eran trasladados campesinos en camiones pagados por el organizador.

Otro  punto que veo difícil, es que ya existe un rompimiento con la ciudad en el aspecto de alianza, nos miran a los citadinos como ajenos a ellos; es más, se incrementó más el resentimiento. Sólo observo sus miradas de  querer agredirme, de humillarme, pero la Ford 5400 se las hizo otra vez  alejándose burlonamente de las piedras y adjetivos lanzados al coche.

El Zárate Willka y su historia

Nuevamente tengo que bajar hacia  Ayo Ayo, sólo el nombre me transporta a 1899 cuando  los indígenas del Zarate Willka masacraron  al ejército  chuquisaqueño de Severo Fernández Alonso, en la llamada guerra federal .

https://historias-bolivia.blogspot.com/2017/08/24-de-enero-de-1899-la-masacre-de-ayo.html

Pasé el bloqueo haciendo un círculo a la población que a esa hora parecía un gran mercado, sin duda era día de fiesta para observar el sufrimiento de los choferes que no tienen nada qué comer.

Llegué a Cosmini y salió de la nada una autoridad originaria, un hombre de unos setenta años, lo saludé y le pedí permiso para pasar por el pueblo, accedió y sólo recomendándome, que al cruzar el pueblo lo haga lentamente y  sin hacer polvo. El pueblo está en medio de la nada y en medio de fuertes vientos y polvo. Bueno es su orden.

Desde aquí, seguí a un valiente de ruta que lo conocí mientras estábamos bloqueados, también se dio modos para escapar con la buena suerte que conocía entre Cosmini y Viacha, cruzando caminos de chuteros y contrabandistas dejando atrás Calamarca y Senkata sin asomarnos siquiera.

Llegamos a La Paz después de 32 horas sanos, cansados y con la dicha de  contar una experiencia de un bloqueo, que no será el último en el Altiplano.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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