Historia de las Mulas en Bolivia

Las testarudas e inteligentes mulas

Freddy Céspedes Espinoza

Hace más de 500 años, desembarcó junto con los españoles un animal, que pasaría a ser más tarde, la sustituta de la llama en los trabajos más pesados en la historia socio económica del Alto Perú, hoy Bolivia.

A más de cuatro mil metros, encontramos a la mula, de mirada triste, de ojos oscuros y largas pestañas  que dejan caer lágrimas que  mojan su entorno ocular.

Llora porque el viento frígido de la montaña no tiene compasión,  su suerte está echada al azar, pues puede caer y matarse en las oquedades de las montañas de la cordillera.

Como hace siglos aun debe caminar con sus dueños indígenas Quechuas, junto a turistas que requerimos sus servicios para que nos lleven las coloridas mochilas y todo el equipo en expediciones por la Cordillera de los Andes.

Me detengo a observarlas a la mezcla de  burro y yegua, no pueden reproducirse, aunque hubo casos excepcionales, generalmente son híbridas; sin embargo son más fuertes que sus padres y tan vivaces,  que sus amos les ponen nombres. Tienen la fama de ser inteligentes y testarudas.

Son las famosas “Baqueanas” que conocen los desfiladeros más horrorosos y son tan fuertes que inclusive, cargaban en sus lomos, pesados pianos que los terratenientes de antaño mandaban a traer de los puertos del Pacífico. Se utilizó el nombre de Baqueana desde hace siglos,  para describir a las mulas fuertes, inteligentes y con capacidad para adaptarse a las condiciones de trabajo más duras.

Los primeros vapores que surcaron el Titicaca, llegaron por partes, sobre los lomos de estas doncellas eternas.

Vistiendo una mula

Ahí está la mula enhiesta, lista para la larga caminata. Su vestimenta que llevará en los próximos días la hacen más apuesta, pues necesita para esta travesía algunos elementos complementarios.

¡Chu!, ¡chu!, ¡chu!, ¡chu!.  Mula gran puta, le grita a todo pulmón su dueño. Entiende la última palabra, y  al instante, la princesa está quieta.

Una delgada cuerda o “carbisto”  sujeta el cuello  para que no se espante. Ya los ayudantes se aprestan para cargar la mula.

Luego un colchón de paja o “ Parejo” cubre el pelaje del animal. También va la “ Pajira” hecha de hoja de plátano y lazo de cuero.

Posteriormente viene el “Atawar” o tejido de lana que se pone debajo de la cola y hace que el peso de la carga no se vaya adelante. Es como el freno del animal.

Seguidamente se pone la Sincha para ajustar todo el cuerpo, con sus correas respectivas. A estas alturas la mula, ya está preparada anímicamente. Ya sabe que luego vendrá la carga de hasta 90 kilos, que es el peso promedio para no fatigar al animal. Existen  ejemplares que llevaban hasta 200 kilos

Ya soporta la pesada carga, su dueño le cubre los ojos con su bufanda, pues algunas,  se espantan ante cualquier movimiento brusco.

La “ Ch´ipa”, es otro elemento importante, porque les sirve para sujetar la carga. Es una malla de cuero trenzado. Luego se debe pasar el “Machio” o cuerda de cuero para sujetar el bulto. Una otra cuerda de cuero o “ Reata” asegura la firmeza.

Ya firme el equipaje, una ancha “ Huasca” o cinturón de 20 centímetros de ancho y hecho de cola de caballo, sella la inmovilidad del pesado cargamento.

Nuestra mulita está impaciente por partir, hasta que por último, viene el “ Manteo” que le cubre el lomo,  cual un velo de novia.

Ya está lista para la boda del peregrinar entre montañas y glaciares sobre desfiladeros y paisajes rudos. No es tan fácil vestir una mula;  mucho menos desvestirla.

Sólo para clérigos y mujeres

 “Las primeras referencias que se tiene de su presencia en América, fue cuando Cristobal Colón tuvo que solicitar permiso a la autoridad del rey para  montar una mula, porque su salud estaba deteriorada; ya que desde 1494, estaba prohibido que los hombres vayan en mula; decían, “pierden la hombría y la habilidad de montar y controlar los caballos; sólo estaba permitidos para montar en mula los clérigos y las mujeres”.

Según las crónicas de la conquista, “Diego de Almagro y su ejército, antes de posar en mina alguna al cruzar las montañas y la meseta andina, vieron sorprendidos que los nativos poseían objetos de oro y plata y luego de algún tiempo,  empezaron la propagación de la fe católica y la búsqueda de metales preciosos como objetivos principales para la conquista”. Ahí estaba la mula para ese fin.

Sin embargo, La mula, ya estaba  familiarizada con el continente, pasó a formar parte del eslabón más importante de la economía mercantil de la plata de Potosí, porque podía soportar mayor capacidad de carga que la llama,  que comenzó a escasear por la demanda de carne en los centros mineros, ya que para 1625, Potosí contaba con más de 160.000 habitantes. Para esa época era una de las ciudades más pobladas del mundo.

En el siglo XVII  anualmente miles de mulas, descendían desde las minas de plata del cerro Rico hasta el Puerto Potosí, hoy Arica y  retornaban cargadas de sedas, vinos, encajes y otros productos de ultramar,  en un lento ascenso hacia la mina de plata más rica del mundo, descubierta por el indígena Diego Huallpa en 1545.

“Se estima que entre 1762 y 1772 se habían vendido en el Virreinato del Perú medio millón de acémilas”.

Este auge dio inmensas fortunas  a estancieros y criadores especialistas en mulas para llevarlos al Alto Perú. Uno de ellos fue Francisco Candioti que fue considerado como el proveedor más grande de mulas, por lo tanto, un hombre rico; a quien se le conocía como el rey de las mulas en todo el norte del Río de la Plata (Argentina).

Los mejores pastos y ferias en el Altiplano

En los siglos XVII-XVIII-XIX y muy entrados el siglo XX, la mula fue el eje que movió el engranaje económico de una extensa región del continente, su centro estaba localizado en las verdes praderas  de Córdova, Argentina,  y de aquí los gauchos distribuían en inmensas ferias en Salta, y Jujuy, incrementando el precio a medida que subían hacia el Altiplano boliviano. Fue famosa la feria de venta de Mulas en los campos de Wari donde descansaban hasta 6000 de ellas en los inmensos pastizales de esa región y muy  cercana a las minas.

En ese paisaje duro las mulas se adaptaron y observaron esa planicie de más de 100.000 km2 de extensión.

 ¡Cuántos matices!, los pastizales resecos en invierno son de un amarillo intenso, en la lejanía del cielo azul se asoma tímidamente un anaranjado tirando a rojizo, todo es policromía el suelo está salpicado por pajonales, existen afloramientos de piedra calcárea de un blanco de nieve.

Según la hora del día, se pinta el cielo desde el celeste claro, casi blanco, hasta cerca al zenit, cuando metamorfosea al azul oscuro.

Pero el altiplano no es triste, sonríe cuando caen las primeras gotas  en los meses de Diciembre a Marzo, es ahí donde adquieren tintes verdes sus praderas y terrazas de agricultura, las habas se mesen altivas con sus penachos blanquiazules, las ocas y las lisas adquieren manchas de sangre, las quinuas y sus tallos de suave rosado; sus granos rojos y amarillos”.

Los cerros, ocres, las montañas azuladas, las tormentas siniestras;  los perros que ladran en la lejanía. El altiplano está lleno de colores y las mulas se quedaron, no así el caballo que nunca pudo adaptarse a grandes altitudes.

El estaño oro de Bolivia

Cuando se pensó que la caída de los precios de la plata  hacia 1880, iba a ser el fin de la mula como animal de transporte,  la economía de Bolivia tomó un nuevo giro, cuando Simón Patiño a fines del siglo XIX, descubrió la mina más rica de estaño del mundo.

Ya Pedro Vicente cañete y Domínguez, en su guía histórica del Gobierno e Intendencias de la provincia de Potosí 1791, decía: “ El cerro de Huanuni, en el distrito de Oruro, produce el estaño más rico y el más estimable, no solamente en estos reinos, sino también por las naciones extranjeras; de suerte que entre ellas es tan conocida Huanuni por su estaño finísimo, como Potosí por su plata”.

La Salvadora, la mina de Patiño,  ubicada a casi cinco mil metros sobre el nivel del mar, cerca a Huanuni, sin acceso, sin comunicación y con escasas sendas para mulas; con fuertes vientos y barrancos profundos.  Aquí se  forjó una de las más  importantes fortunas del mundo.

Patiño el rey del estaño,  emprendió  la construcción de su imperio transportando el mineral a lomo de mula por más de 65 km. hasta la estación de Machacamarca para enviarla por ferrocarril hacia el puerto de Antofagasta.

En esa época uno de los principales problemas era el transporte; la lentitud y las demoras en el envío de sus concentrados por las tormentas de granizo,  vientos helados y nevadas invernales que frenaban su distribución,  también creaban retrasos al retorno con los abastecimientos destinados a la mina”.

“Patiño, había proyectado  sus soluciones  en construir un camino lo suficientemente ancho  pero no muy empinado, que permitiera a las mulas tirar las largas y angostas carretas.

Así llevó maquinaria y andariveles en mulas argentinas para la construcción del ingenio Miraflores.

También existen relatos espantosos de  mulas,   que fueron introducidas dentro las largas galerías, para el transporte de  minerales por varios kilómetros en el interior de la montaña y que por el tiempo transcurrido en la oscuridad, quedaron ciegas.

Gauchos en las selvas de Bolivia

Pero la mula argentina, no sólo fue utilizada en la minería, una gran cantidad de ellas pasaban de largo el Altiplano, cruzando cordilleras, duras nevadas, ríos caudalosos y pantanos infestados de malaria,  para descender finalmente a las zonas de producción de oro, goma y corteza de quina, materia prima de la quinina, único remedio por ese entonces para combatir la malaria.

 El norte de Bolivia, conocida en esa época como el Territorio de Colonias. En uno de los primeros mapas de Bolivia de 1859 reza: como “ Regiones no exploradas y pobladas por salvajes”.

Actualmente existen en Apolo población intermedia entre los Andes y las selvas del Madidi a más de 2000km del norte argentino,  una danza que rememora el ingreso de gauchos argentinos arriando mulas para su venta a las diferentes empresas gomeras asentadas en la región.

“ Se atribuye el origen de esta danza a una pareja de argentinos Santiago y Felipa Guerrero que se avecindaron en el Cantón Atén, quienes presumiblemente nostálgicos de su tierra interpretaban su folklore con instrumentos típicos bolivianos, como el charango”.

Con referencia a los pasos Edgar Céspedes señala: “ muy posible que estos bailaban el malambo, porque el paso es muy parecido….Don Santiago posiblemente agarraba su charango y bailaba el malambo con su china, tal vez la chacarera más, en el paso de la gauchada hay la cepillada y allá en el malambo hay la escobillada”..

La vestimenta de esta danza reproduce la vestimenta del gaucho argentino, calzones anchos, faja, botas altas, camisa y sombrero alón.

Entrando a la selva

En la Cordillera de Apolobamba y de Pelechuco hacia Apolo, la mula sigue siendo el principal sistema de transporte entre los pueblos suspendidos en las montañas.

Hoy gracias al turismo, estas viejas baqueanas vuelven a recorrer estas sendas centenarias. Son tan inteligentes que conocen cada peldaño peligroso del camino, toman aire y de un brinco sortean el peligro, llevando su carga a buen destino.

Una de las características es que reconocen la voz de mando en idioma Quechua de su dueño; si quieres moverlas en castellano, te miran incrédulas.

 Las malas palabras que utilizan sus amos y hasta la forma  dulce de hablarle como :  “ Pasa, pasa, pasa  mulita” cuando hay peligro que se caiga al vacío son, simplemente testimonio de ser muy comprensivas.

Es vivaz cuando se cruza una lagartija o una serpiente en las zonas tropicales, se detiene, para las orejas, se pone altiva y cruza corriendo por instinto.

Cuando está mal cargada, se pone inquieta, se para y el dueño debe darse cuenta de su pedido para que le arreglen la carga. Tienen buena memoria para recordar los caminos y toman las rutas menos peligrosas.

En Bolivia la mula es todavía parte del léxico popular. Se dice que cuando los gauchos venían arreando las mulas, el dueño les mandaba con extras para que se repongan en caso de pérdida o muerte en su largo caminar.

Cuando se hacía el recuento a la llegada a la estancia, siempre había una  cantidad enorme de perdidas o muertas. El patrón o dueño sorprendido decía “ No me metas mulas hombre”, que se entiende como: No me mientas hombre. Muchas veces, si alguien va mintiendo, inmediatamente sale de los labios del incrédulo, no más mulas, no más mulas.

Las mulas seres con alma pasiva, de orejas puntiagudas, de frente ancha, ojos tristones, de paso firme y de inteligencia comprobada.

Forman parte de la historia de los Andes, de sus alegrías y tristezas, llevaron en sus lomos: minerales, hermosas mujeres de alcurnia, y pesados cañones en las batallas de la Independencia, cruzaron la cordillera con San Martín y Bolivar, llevaron el progreso a los últimos confines sacrificando su vida al caer en las oquedades de la montaña.

Nadie se acordó de tu importancia en la economía Boliviana, fuiste valiente, terca y calculadora, mereces ser recordada por tu fortaleza, lentitud, paciencia y coraje.

 

Fuentes:

Revista:

Todo es Historia: José Andrés Carrazzoni ·332 Marzo 1995. Historia de las Maravillosas mulas..

Prefectura del Departamento de La Paz: Apolobamba, Caupolican- Historia de una región Paceña.

CharlesF. Geddes Patiño Rey del Estaño.

Jaime Mendoza: El Macizo Boliviano.

Adolfo Costa Du Rels: El Embrujo del oro.

Historia de la cultura argentina, Arriola , Francisco.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El Tesoro de Rocha, Potosí

La Casa de la Moneda y las Tres caras del Mascarón

Pulacayo y Huanchaca el emporio de la plata