Drogos, Heavys y Kholos

Drogos, Heavys y Kholos


Freddy Céspedes Espinoza

Un hombre se hallaba parado en torre de la Iglesia el Rosario con los brazos extendidos simulando estar crucificado.

Pasé por la calle Illampu y casi no le presté atención, hasta que lo reconocí, era un amigo del cuartel de Guaqui, a quién se le ocurrió subir por la sacristía y trepar hacia lo más alto de la Iglesia para tener una hermosa experiencia religiosa.

Mi oficina estaba al frente de este espectáculo gratuito, ya que, poco a poco la gente se iba aglomerando en torno a la acera, esperando que se lance al vacío.

A cada momento salía yo, a la puerta de la oficina para ver si había desistido en su contacto con dios, emulando a la crucifixión en la Gólgota.

Seguía con los brazos extendidos y parecía que ascendía hacia las puertas del paraíso, sus ojos miraban al cielo azul e inclinaba ligeramente la cabeza para observar a los transeúntes que esperaban se tire al vacío y luego contar a los amigos, que habían visto un suicidio.

No aguanté más y salí nuevamente decidido a salvarle la vida, gritándole a todo pulmón.

¡ Choco del Escuadrón E!

Un silbido fuerte hizo que me escuchara y me reconociera por un instante, me miró y volvió a su posición inicial.

Ya la gente estaba más desesperada, algunos comentaron que estaban esperando media hora para que se lance de una vez.

¡Llamen a los bomberos!, dijeron.

Ya hemos llamado respondieron al unísono.

Se va a matar, pobrecito, mira a ver choquito es, murmuraron algunas devotas, que esperaban que abran la puerta de la iglesia para la misa.

Volví a salir y ahora grité con más ganas.

¡Choco del Escuadrón E ¡

Bajá, bajá, moviendo los brazos para que baje de una vez, estaba al filo del vacío.

Volví a gritar, me estaba observando con más atención e hice el ademán con mi brazo para que baje.

Bajá Choco, moviendo los brazos. Y nada.

Ya estaba mucho tiempo y él, seguía implorando ascender a los cielos. Estaba crucificado.

No podía trabajar ni concentrarme, sólo esperaba escuchar un sonido seco cuando un hombre cae al asfalto y verlo completamente destrozado. Temía escuchar el grito de los curiosos y romper más mis nervios cuando el Choco esté por los aires.

Cuando nuevamente quise salir de la oficina a dar un vistazo, una mano nerviosa tocó la puerta de vidrio con cierta violencia. Reconocí al Choco me alegré y abrí la puerta con una sonrisa y tan pronto estuve frente a él me dijo:

¡ Carajo, quién mierda te crees vos para inducirme a que me lance al vacío.

Escuchaba tu voz pendejo, saltá Choco, saltá moviendo tus manos.

¡Carajo!, crees que soy huevón o loco para saltar?

Que sea la última vez que me grites, cuando esté allá arriba y se alejó enfadado y nervioso nuevamente, porque se le había pasado el efecto de la marihuana.

Las drogas en los 0chentas

El Choco era un Heavy; es decir un pesado, así los denominamos a los que habían comenzado a consumir drogas desde temprana edad y aun podíamos verlos caminar por las calles de La Paz hasta hace pocos años.

La mayoría murieron en forma fortuita en caídas, otros con sobredosis de alcohol y sulfato base de cocaína; otros asesinados y algunos, porque dios es grande, dejaron el hábito y se convirtieron en hermanos de alguna congregación cristiana o del los Krissnas.

Eran mis amigos, que tenían formas de disfrutar la música de Pink Floyd, Black Sabath y la guitarra de Jimmy Hendrix que aún permanecían en los cerebros fosforescentes desde la década de los setenta.

Muchos estudiaron en los mejores colegios de la ciudad,  a otros los podías encontrar en colegios del Estado y muchos  no estudiaban, pero trabajaban y podían darse el gusto de invitar un Join, un Jale o un rebote del Tocko, todos estaban alucinados con la hierba, Macoña, Grass, Grassito y otras denominaciones que le daban.

Luego, llegaron las influencias de Sui Generis, con sus canciones de hierba, alcohol, descontrol y ver al mundo que te torturaba, el ejército que te oprimía con gobiernos militares, el grito de protesta silenciosa en tu cerebro y las alucinaciones con los colores de los aguayos.

Cada barrio tenía sus pesados, eran famosos los de Parque Riosinho, la Calle Chuquisaca, San Pedro, la Ferro o la calle Yungas donde los famosos Satucos, fumaban sulfato base. Ya del grass saltaron a la Satuca que era el sulfato base, mezclada con tabaco que destrozó los cerebros brillantes de mis amigos.

Dejaron de estudiar, el humo cubrió sus cerebros, las alucinaciones momentáneas, habían hecho estragos, perdieron el apetito, se volvieron solitarios y esquivos de las relaciones humanas.

Algunos, perdieron por completo la decencia y se convirtieron en ladrones de poca monta para cubrir su adicción.

Se los veía caminar solitarios a altas horas de la noche y cuando te encontrabas con ellos, te miraban con los ojos desorbitados y rojos, con los labios quemados por el pitillo o pipa de papel estañado.

Estaban con persecuciones internas de sus espectrich o diablos de la locura.

Se fueron muriendo mis amigos, desaparecieron en el aire y se fueron al cielo, con el humo dulzón de la hierba y la satuca.

e

Comentarios

Entradas populares de este blog

El Tesoro de Rocha, Potosí

La Casa de la Moneda y las Tres caras del Mascarón

El Río Pilcomayo y el Chaco