Los choferes del taxi Service Remisse



Una generación de conductores


Freddy Céspedes Espinoza
Era mi primer tour, había hecho un breve entrenamiento con un guía antiguo, que no habló nada, por temor a que aprenda y le quite la pega. Me miraba molesto y yo en el último asiento del bus, sólo atinaba a mirar a través de las ventanas para no encontrarme con la mirada de mi entrenador.
Mezquino razonamiento, como si el conocimiento se puede hurtar en un viaje. Me reí de la ocurrencia del guía envidioso que me miraba más desconfiado que marido celoso. Al día siguiente,  me programaron mi primera salida.
Llegó el día  me dije, jovenzuelo de 21 años, despreocupado, vestía una chaqueta de jean con cuello alto, botas de cuero y cabello largo. Esas veces manejaba moto y mi figura era más de un motociclista que de un guía de Turismo.
Me presenté temprano a la oficina de Turismo Balsa en el Prado, de allí el jefe de Operaciones Edgar Tamayo, organizaba los tours y decidía dónde teníamos que viajar, porque diariamente salían tres o más tours a diferentes lugares.
Me dio las instrucciones y  dijo, Irás con Don Rufino Sanjinés, él está afuera en su coche Remisse Amarillo. No fue difícil reconocerlo.
Todos del sindicato, tenían estos coches  americanos, amplios, asientos de cuero, eran de lujo  y con gran  motor V8 con  velocidad,  fuerza y suspensión de primera.
 Los caminos de tierra eran devorados por su velocidad y estabilidad perfecta. Era un deleite viajar en lo mejor de la tecnología  automotriz.
Lo encontré a Don Rufino parado en la acera y vio que me acercaba, le saludé de buena manera y me contestó fríamente.
¿Tú eres el nuevo guía?, le contesté afirmativamente y con una voz firme me dijo:
“ Con esa pinta pareces de los Marqueses”, en alusión a una pandilla que hizo horrores en La Paz en los años 60, me sonreí  y me introduje en su coche.
Y continuó: ¿Así con esa melena y esas botas vas a recoger a los turistas?, mientras bajamos al hotel Sheraton, seguía torturándome.  “ Los  guías son la imagen del país, el guía tiene que estar muy bien recortado, oler a loción, estar afeitado.
No ir con Kids, ahora llaman tennis o calzados deportivos.
Ya me estaba cansando y quise responderle algo, pero me di cuenta que era un señor de unos sesenta años, vestía elegantemente con un fino terno, camisa blanca y  corbata nueva.
Sus zapatos de charol brillaban y hacían juego con  el color del interior del auto. Llevaba también un abrigo importado.
Qué contraste, dos personas diferentes,  nos mirábamos y efectivamente había una generación de diferencia.
Por una parte, él era  de la moda del terno y el sombrero, del abrigo. Esa generación que no decían chofer, eran Shouffer, con pronunciación afrancesada. Se consideraban conductores de turismo y no cualquier chofer de colectivo.
Estaban seguros de sí mismos, pues eran lo más selecto en el transporte turístico  de primer nivel. Habían llevado en sus taxis  a embajadores, turistas,  personajes del gobierno y  me comentó que hasta al mismo presidente Banzer.
Sobradas razones para reflexionarte con punzantes palabras, claras concisas pero ciertas.
Nos hicimos amigos, cada salida era una reflexión, no de cura ni de pastor, sino de un hombre sabio y con gran experiencia, nada de medias tintas, directo aunque duela; había que asimilar su enseñanza y  sostenía :” la sociedad , no es como tú la vez, sino, cómo te ve la sociedad, cómo te ven los turistas que confían en ti, cómo te diriges a ellos, observan toda tu educación recibida desde el hogar, tu comportamiento diario, cómo ríes, cómo miras, cómo te vistes, cómo están tus dientes, tus ojos si no están trasnochados, tu actitud al trabajo, tu buen humor y tu conocimiento”.
“Ellos al final terminan por evaluarte, se  llevan esa experiencia y opinión del país y tu persona. Tú eres el referente del país y su cultura. Si eres ordinario, sin cultura; aunque hables un idioma extranjero,  no eras nada”.
 “Si no cuidas tu imagen, entonces serás el referente del habitante  boliviano, ya que muchos turistas sólo tienen el encuentro con su guía”.
Hombre de armas tomar, y no lo digo metafóricamente, andaba armado contra posibles asaltos, ya que hacían viaje hasta Puno,  Perú.
Eran de la generación  del citadino orgulloso del lugar de nacimiento. Toda esa generación Manifestaba que habían nacido en Miraflores, en San Pedro o en San Jorge.
Provenían generalmente de familias antiguas, algunos como Nicolás Prieto habían participado en la guerra del Chaco y se había jubilado de la Bolivian railway company. Recibía tres sueldos, como benemérito, como jubilado y como taxista.
El solía decir: Todo hombre tiene su querida, refiriéndose a la amante.
El verdadero  hombre,  si tiene hijos con la esposa, tiene que darle una casa y educación en los mejores colegios de La Paz.
Si tiene hijos con la querida, igual tiene que darle también una casa. Si los hijos de la esposa están en el Don Bosco; a los hijos de la querida, al San Calixto, sin diferencias. Ese es el verdadero macho.
Si ahora escucharan ese razonamiento, sin duda las de mujeres creando y otras, darían el grito al cielo.
Conocí a muchos de ellos, me invitaban a participar en sus encuentros en el bar las Rocas en San Pedro. Uno a uno,  llegaban vestidos elegantemente  los sábados por la tarde, era el bar de los conductores de Taxi Service, no era de lujo, tenía un patio soleado con un  juego de sapo  que esperaba semanalmente para alegrarlos.
La charla se centraba en la política, el futbol, los fierros, sus problemas con los de tránsito y comenzaba,  las batallas en el juego de cacho. Verdaderas competencias en equipos de a dos, los que perdían pagaban la cuenta.
Por los efectos del Chuflay, salían los conjuros más atrevidos. Don Antonio Herbas, agarraba los dados, daba tres soplidos, tiraba por los aires el  cubilete y  con un Zaaaaaas Cholita….sacaba dormida.
 Es decir,  ganaba con puro conjuros y cábalas. La algarabía del triunfo se apoderaba de ellos, los perdedores hacían reclamos por las posibles trampas y brujerías; al final, cada uno desaparecía  como había llegado en cuenta gotas, hasta el otro partido de cacho. Ese era el pasatiempo de estos maestros del turismo.
Ya quedan pocos,  se marcharon de a poco aún recuerdo a Humberto Beltrán, José Miranda, Florencio Fernandez, Antonio Herbas, José Ayala, Walter Machicado, Rufino Sanjinés, Waldo Albarracín, Humberto San Millán, Nicolás Prieto, Hugo Vega , Guillermo Castillo  y a otros.

Merecían ser recordados por su aporte al desarrollo del turismo…….





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