La fuga de la Isla de Coati
Freddy Céspedes Espinoza
Después del golpe de 1971, el Coronel Banzer, decide reabrir la Isla de Coati, llamada también hoy Isla de la Luna, como centro de reclusión desde los años cuarenta.
Era
tanta la demanda de cárceles para los “Melenos o comunistas” que los políticos fueron llevados a la isla por decenas a fin de
tenerlos en medio del lago, sin acción ni reacción.
Isla en medio del lago mayor, frente a la Isla del Sol y la península de Yampupata, fué la Alcatráz de los Andes para los delincuentes en los años cuarenta y durante la dictadura de Banzer reabierta para detener a los opositores.
Después de permanecer por mucho tiempo
aislados, setenta prisioneros de Coati decidieron planear la fuga, muy comentada en ese tiempo por su
espectacularidad.
Después de tomar presos a los custodios y al
mismo jefe o Gobernador, cruzaron desafiando al lago en un desbande
masivo, cruzando cerros, riachuelos, terrazas de agricultura, desniveles
geográficos; todo en cuestión de horas y como únicos cómplices, las
sombras de la noche que no dejaban ver más de un metro.
Se inicia la fuga
¡Oh
fútbol! Cuántas cosas sucedieron en tu nombre; era un partido
programado relata un ex prisionero, mi pensamiento era sólo la fuga.
Escuché que la pelota rebotaba hacia un lado, era el momento...
Los
centinelas de la parte superior del cerro, fueron reducidos en un
instante, los guardias de la cocina corrieron la misma suerte; algunos
se arrodillaron pidiendo perdón, pero la fuga ya era un hecho.
Crucé
hacia Zampaya, la débil embarcación se retorcía por las olas del picado
lago; observaba detenidamente los viejos andenes de agricultura con sus
sembradíos de papa, maíz y cebada que me sobrecogían el alma, tanta
belleza en una amalgama perfecta con la cordillera y el lago mientras
tanto sólo en mi mente estaba llegar al Perú, pero no a través del lago,
le teníamos mucho miedo y respeto a esa masa de agua que tiene en su
vientre muchas personas.Ya en Sampaya, salté de la embarcación.
Con mis cuarenta
años yo Efrain N, maestro de escuela en Oruro, sin conocer la zona,
seguía al grupo entre empellones y caídas, trataba de no apartarme del
grupo, sentía que alguien se aferraba a mis cinturones para que lo
ayude, pero me cansaba más, me zafé no sé quién era, pero mi meta era
llegar donde sea, pero ya no más Coati.
El miedo a ser recapturados
La
noche cayó, ya no se veía la Isla maldita, sólo escuchaba la
respiración pausada de mi acompañante circunstancial, “el miedo”, que
no se alejaba, la tenía incrustada en la garganta que no me dejaba
respirar.
Mi miedo se reía de mi suerte, yo con voz pausada le
decía que me deje en paz, pero se quedaba, me cubría el cerebro, cada
piedra era un monstruo que me seguía.
No veía nada, sólo siluetas,
estaba en el averno de Dante, grotescas figuras que caían y se
levantaban, el teatro del infierno hecho fuga. Habían corajudos,
cobardes y niños en cuerpos de hombres que lagrimeaban, el miedo de cada
uno salían de sus bocas en cada palabra que cruzaban en las frígidas
montañas.
¡Apúrate carajo!, estamos jodidos si nos descubren,
tenía miedo a que aparecieran los gorilas y nos ametrallen; no habría
justificativo, después de todo era para la dictadura una gran
oportunidad para deshacerse de un grupo de presos políticos, que se
atrevieron a escaparse por sus narices.
Crucé
Copacabana, ahí estaba quieta la colosal iglesia, pedía a la virgen que
me acompañe, después de mucho tiempo, me sentí más tranquilo, ya
estábamos a sólo diez kilómetros de la libertad, pero mi miedo bajó a
mis pies, se introdujo a mis muslos y pantorrillas, me hacía temblar a
cada paso que daba, sólo quería llegar, era la última carrera hacia una
meta que no llegaba, corría, trotaba, caminaba y me detenía, llegué
incluso a tirarme en el duro paisaje para observar la muerte, pues
sentía que ya no podía, éramos puntos insignificantes entre las montañas
y la inmensidad del lago que me inspiraba coraje, sin darme cuenta,
corría y corría sin rumbo, hasta que alguien me paró y me dijo con voz
tranquila: Ya cruzaste la frontera, estás libre.
Después volamos a Cuba, Coati, ya era un recuerdo la fuga fue todo un éxito.
Tomás Chipana el lanchero de la Isla del Sol, que ayudó a la fuga de los presos. Me comentó hace años y con lujo de detalles su aventura, junto a otro valiente lanchero Pablo Rojas.
Fuentes:
Jaime Soria Galvarro, Coati 1972, relatos de una fuga,.
Me encantó, la emoción está latente en mi corazón reviviendo el anhelo de la libertad en una historia!
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