Llameros, muleros y cocineros de Trekking

Llameros, muleros y cocineros por los Andes



Freddy Céspedes Espinoza

“La palabra inglesa trekking se refiere a la actividad al aire libre que consiste en recorrer caminos por sitios montañosos, generalmente durante varios días. En español se suele traducir como travesía de montaña. ... En la práctica, el término trekking se ha extendido a caminatas de todo tipo”.

En la soledad de la montaña, un velo blanco de neblina deja ver sobre  el lago verdusco,  las siluetas de las llamas que se aproximan  tímidas y nerviosas. Sus ojos vivarachos y con pestañas revueltas, les da  un aire frágil y sensual.  

Se van acercando lentamente,  ya casi están a unos metros y se deleitan al mirarnos. Somos también extraños para ellas.

Por atrás, silbando y gritando palabras de grueso tono está Don Mario Clemente*, el llamero solitario, que tiene una verdadera  flota de llamas para trekking de altura.

Está orgulloso de ver a sus llamas, sabe cómo controlarlas y está feliz  de tenerlas a todas  juntas, la verdad, son  llamas machos, más fuertes y entrenadas para cargar mochilas, equipo de campamento, los alimentos y otros enseres de cocina.

Con agilidad juvenil y de un salto,   don Mario agarra fuertemente  las orejas a una de las llamas, es la manera de inmovilizarla para que sus ayudantes procedan a cargar la primera mochila del turista. Bien equilibrada  ya la  carga,  es sujetada por lazos de cuero; al cabo de unos minutos,   el animal  ya se siente con ganas  de caminar, pero al zafarse las orejas, con un movimiento preciso, le da un escupitajo de yerba y saliva al que se atrevió a sujetarla fuertemente.

Se va tranquila a pastar, sólo observa,  cómo,  una a una de sus compañeras, son controladas por las orejas.

 

                                             Ascendiendo hasta casi los cinco mil metros

Ya estamos listos para caminar por las montañas de Alto Peñas, cruzaremos varios pasos de 4700 metros; sin ellas,  sería difícil llevar tanta logística en el trekking de la Cordillera Real. Muchas de estas caminatas pueden durar hasta 20 días.

Mis amigos los arrieros, conocen la montaña a la perfección, deben estar atentos a que las llamas,  no  desvíen su camino, siempre hay una  líder, que va adelante observando altiva las sendas y riachuelos que vencen con un salto de ballet.

Don Mario debe estar atento a que sus  llamas vayan en fila, sin que exista motivo para desviarse, recuerdo, que una vez que el grupo de llamas se amotinó a su mando y corrieron sin control detrás de una llama hembra,  que cautivó al grupo con sus encantos, perdiéndose todos,  en las oquedades de las montañas cargadas de las mochilas de los turistas.

Los arrieros de Mulas

Si en la Cordillera Real las llamas son importantes, en las caminatas de la cordillera de Apolobamba,  las mulas y caballos adaptados a la altura, son los que señorean en la montaña.

Desde la época Colonial, Pelechuco, debe ser tal vez la zona donde hay más de estos animales y gracias al turismo, cambiaron las pesadas cargas de papa por coloridas mochilas.

Ahí está la mula enhiesta, lista para la larga caminata. Su vestimenta que llevará en los próximos días la hacen más apuesta, pues necesita para esta travesía algunos elementos complementarios.

¡Chu!, ¡chu!, ¡chu!, ¡chu!.  Mula gran puta, le grita a todo pulmón su dueño. Entiende la última palabra, y  al instante, la princesa está quieta.

                                    Las mulas en el camino pre colombino hacia Apolo

 Una delgada cuerda o “carbisto”  sujeta el cuello  para que no se espante. Ya los ayudantes se aprestan para cargar la mula.

Luego un colchón de paja o “ Parejo” cubre el pelaje del animal. También va la “ Pajira” hecha de hoja de plátano y lazo de cuero.

Posteriormente viene el “Atawar” o tejido de lana que se pone debajo de la cola y hace que el peso de la carga no se vaya adelante. Es como el freno del animal.

Seguidamente se pone la Sincha para ajustar todo el cuerpo, con sus correas respectivas. A estas alturas la mula, ya está preparada anímicamente. Ya sabe que luego vendrá la carga de hasta de 30 kilos, que es el peso promedio para no fatigar al animal.

Ya soporta la pesada carga, su dueño le cubre los ojos con su bufanda, pues algunas,  se espantan ante cualquier movimiento brusco.

La “ Ch´ipa”, es otro elemento importante, porque les sirve para sujetar la carga. Es una malla de cuero trenzado. Luego se debe pasar el “Machio” o cuerda de cuero para sujetar el bulto. Una otra cuerda de cuero o “ Reata” asegura la firmeza.

Ya firme el equipaje, una ancha “ Huasca” o cinturón de 20 centímetros de ancho y hecho de cola de caballo, sella la inmovilidad del pesado cargamento.

Nuestra mulita está impaciente por partir, hasta que por último, viene el “ Manteo” que le cubre el lomo,  cual un velo de novia.

Ya está lista para la boda del peregrinar entre montañas y glaciares sobre desfiladeros y paisajes rudos. No es tan fácil vestir una mula;  mucho menos desvestirla.

Los cocineros o Cheffs de la montaña

                                            Cocineros, arrieros bien organizados para el éxito

 No hay otro nombre más preciso, para los encargados de la comida. En su conocimiento y su capacidad de organización recae una enorme responsabilidad.

En sus manos está la alegría del turista al recibir una buena cena, un café, un mate o una torta de cumpleaños, todo hecho a más de 4000 metros.

Son los primeros que se levantan y los últimos en cerrar los ojos.

Al igual que los arrieros, juegan un rol de primer orden. Él es junto a sus ayudantes, los que solucionan los requerimientos más inesperados cuando los turistas se aproximan a la carpa cocina para agradecerle al grupo de cocina,  sobre lo deliciosa que estaba la sopa.

El Cocinero, es el que se encarga de despertar al turista con una taza de té caliente antes que salgan de la carpa los turistas. Ellos ya le informan con su básico inglés, que el agua caliente en el bañador,  ya está lista para lavarse la cara.

Ordenan toda la logística de alimentación, no debe faltarles nada, piensan en todo, son los reyes de la montaña sentados frente a sus ollas que cuida con esmero.

Recuerdo al Tío, cocinero que tenía arriba de los setenta años y seguía caminando como un joven, a Don Basilio, otro cocinero que no sabía de fatiga que ya también estaba cerca a los setenta, pero no se les notaba. A Domingo Villa el más experto, luego recuerdo A Felix Laime, a Ignacio, a Martín; gracias a ellos el trekking se convirtió en un servicio de calidad.

Guías, arrieros, cocineros, carperos y otros son los pilares para el éxito de una expedición por los Andes.

* Don Mario Clemente ya falleció.

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